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SEXY GLAM
MAGAZINE - DECEMBER 2016
por uno de los pasillos hacia el interior del salón que parecía
crecer a media que se adentraban en él.
Cuando llegaron a la intersección de dos pasillos el hombre de
gris se detuvo y le explicó que, hacia la derecha se extendía
el ala de los “Intrascendentes Intangibles Personales”, a la
izquierda el sector de los “Tangibles Personales”, frente a
él la zona de las “Cosas Ajenas”, y su espalda el área de los
“Importantes Intangible Personales”, que a su vez se dividía
en “Felices” y “Traumáticos”. Acto seguido le preguntó qué le
gustaría ver primero.
John lo miró como quien mira a un loco que trata de venderle
una nube del cielo, y con la inocente sonrisa típica del que
adolece de información suficiente y se divierte con su igno-
rancia, le dijo: “No tengo idea de lo que me está hablando. ¿A
qué se refiere con intangibles, tangibles, felices, y no sé que
otras zonas más que acaba de nombrar?”
El hombre guiñó un ojo y señaló un letrero enorme que estaba
al final del pasillo que se extendía detrás de John, y por el cual
habían ingresado, en él se leía: “Depósito de Cosas Olvidadas
del Área Metropolitana”.
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Debe de haber un error – dijo John en tono agra-
decido – pero yo no he perdido nada, ni he hecho ningún
reclamo, seguramente usted está esperando a alguien más con
mi mismo nombre.
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Oh no – respondió el hombre de gris – el Depósito de
Cosas Perdidas no tiene nada que ver con nosotros, acá están
las cosas olvidadas - y tomando un papel que se ubicaba en
la parte superior de una pila de hojas dispuestas en uno de los
estantes se lo entregó. En la hoja estaba escrita la fecha del
lunes de esa semana, hacían cuatro días atrás, y señalado un
momento que había sucedido cuarenta minutos antes, donde
decía: “Este viernes de camino a mi trabajo llamar a mi ex
novia e invitarla a cenar”
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John recordó inmediatamente la llamada que había olvidado
hacer antes de subirse al tren subterráneo, y sintió un escalof-
río que le erizó la piel.
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¿Qué broma es esta? – preguntó.
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Ninguna broma - replicó el hombre de gris - Es más,
acá tengo el poema que olvidó que quería escribir acerca de
los ríos humanos de hojas secas; permítame decirle que fue
una pena que lo olvidase porque esta poesía podría haber
ganado un concurso literario, es muy inspiradora.
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John tomó la nueva hoja que su anfitrión le alcanzaba y leyó
incrédulo lo que parecían palabras salidas de su vocabulario,
frases que en algún momento él mismo las había pensado, y
que tan pronto como aparecieron fueron olvidadas.
El temor se fue apoderando de su corazón y su razón. Tor-
pemente comenzó a darle gracias al hombre de gris por el
tiempo y la molestia de haberle mostrado parte del depósito,
mientras se excusaba con la reunión que debía mantener con
su jefe unas pocas horas más tarde.
Su interlocutor lo miró con cierta decepción en el rostro, y
le dijo que era muy importante que pudiese ver la sección de
“Personas Olvidadas” en el área de los “Tangibles Person-
ales”, por el pasillo que se
extendía a su izquierda.
John se aterró, pensó
inmediatamente en todas
las personas que había
conocido en su vida,
e imaginó a quién de
ellas podría haber olvi-
dado. ¿Algún amigo de
la infancia? Seguramente
era eso, algún amigo. No
podía ser un familiar, él
podía recordar a todos
los importantes: abuelos,
padres, hermanos, primos
cercanos y hasta los pri-
mos más lejanos, sobri-
nos, ahijados, tíos. Con
algunos se llevaba bien,
y a otros no los soportaba
pero el hombre había di-
cho “personas olvidadas”,
no dijo personas odiadas,
o queridas, o indiferentes;
aunque si lo pensaba bien
los indiferentes y los olvi-
dados eran casi lo mismo.
No, no podía ser eso, uno
no puede andar por la vida
amando a la mitad del
mundo y odiando al resto
sin que alguien le sea
indiferente.
Algo parecido a una re-
belión comenzó a formar
una queja explosiva en
su garganta que salió
prepotente y destemplada,
al tiempo que fuera de
contexto.
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¡No voy a tolerar
que me cercenen mi liber-
tad a la indiferencia, es mi
derecho! – gritó, y su voz hizo eco por los pasillos.
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No sé de qué me está hablando – dijo el hombre de